Corea del Sur y Estados Unidos anunciaron el jueves 31 de julio un acuerdo comercial que, por el momento, se limita a un entendimiento general, ya que varios aspectos clave permanecen sin resolver. Esta situación anticipa nuevas rondas de negociación en las próximas semanas.
Uno de los puntos que suscita interpretaciones divergentes es la importación de energía estadounidense, especialmente gas natural licuado. Mientras el Gobierno surcoreano informó que adquirirá productos energéticos por un valor de 100.000 millones de dólares en los próximos cuatro años, el secretario de Comercio de EEUU, Howard Lutnick, señaló un plazo más corto, de tres años y medio.
También existen discrepancias en torno a la inversión surcoreana en territorio estadounidense, cifrada en unos 350.000 millones de dólares. Según Lutnick, el 90% de los beneficios derivados de dicho desembolso quedarán en manos de Washington. Sin embargo, desde Seúl se interpretó esa afirmación como una intención de reinvertir esos ingresos dentro del país.
Estos desacuerdos ponen de manifiesto que aún quedan detalles sustanciales por concretar. La Administración surcoreana reconoció que se mantienen en curso consultas técnicas sobre cuestiones sensibles, como la posible flexibilización de los estándares de seguridad exigidos a los vehículos estadounidenses y los procedimientos de cuarentena aplicables a determinados productos agropecuarios.