La diplomacia surcoreana ha vuelto a ponerse en marcha tras la toma de posesión del presidente Lee Jae Myung, que ha puesto fin a un periodo de seis meses de inactividad provocado por la inestabilidad política interna.

El nuevo mandatario ha dejado entrever un enfoque más pragmático en materia de política exterior, en el que se reafirma la importancia de la alianza estratégica con Estados Unidos, sin descuidar la cooperación trilateral con Washington y Tokio.

Una de sus primeras tareas será proteger los intereses nacionales sin comprometer la relación tradicional con la Casa Blanca. Este equilibrio será crucial en un contexto en el que la Administración del presidente Donald Trump amenaza con aumentar aranceles, que afectan a las exportaciones surcoreanas, y reclama una mayor contribución económica por parte sus aliados al mantenimiento del despliegue militar estadounidense en el extranjero, incluida la península de Corea.

Lee también deberá definir la posición del Gobierno ante el creciente pulso geopolítico entre EEUU y China. La necesidad de sostener una diplomacia equilibrada entre ambas potencias se perfila como uno de los principales desafíos. Washington espera que Seúl se alinee para contener la expansión de la influencia china, mientras que Beijing sigue siendo un socio clave para la economía surcoreana.

Por último, permanece sobre la mesa el asunto del programa nuclear norcoreano. El nuevo Ejecutivo tendrá como prioridad evitar quedar al margen de una posible reanudación del diálogo entre EEUU y Corea del Norte, en un momento en el que el régimen continúa avanzando en el desarrollo de su arsenal atómico.