Durante la sesión plenaria del Comité Central del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte celebrada el miércoles 19, Pyongyang reconoció que sus proyectos de desarrollo económico se complicaron ante el desfavorable contexto internacional y otros retos inesperados. Así, el régimen norcoreano admitió el fracaso de sus políticas económicas. 

Además, la cúpula dirigente de Corea del Norte fijó en enero de 2021 la fecha del próximo congreso del partido, y por tanto esa reunión se tendrá lugar cuatro meses antes de lo previsto, considerando que la última fue convocada en mayo de 2016. 

Ese reajuste del calendario político interno refleja la intención de Pyongyang de adecuar sus estrategias al resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, a celebrarse en noviembre de este año y a la posible llegada de un nuevo inquilino a la Casa Blanca en enero de 2021. En otras palabras, fijará nuevas políticas exteriores en base a la orientación y el carácter de la próxima administración de Washington. 

En todo caso, si Donald Trump logra ser reelegido, es probable que Corea del Norte acepte la invitación de diálogo que el mandatario estadounidense le ha venido extendiendo y trate de desactivar las sanciones en su contra mediante negociaciones directas con Washington. 
 
Pero si gana el candidato demócrata Joe Biden y, adopta la táctica de paciencia estratégica -al igual que Barack Obama- no se descarta que el régimen norcoreano opte por ostentar su poder de disuasión y recurra a la presión como carta de negociación.